El pasado mes de septiembre se cumplían cien años de la extinción definitiva de la paloma más abundante del continente norteamericano, la paloma migratoria – Ectopistes migratorius –, cuyos gigantescos bandos formados por millones de aves dejaron maravillados a los primeros colonos europeos que llegaron a América del Norte.
En el siglo XVII, los primeros exploradores y colonizadores de América del Norte mencionan con frecuencia a las palomas migratorias, describiendo sus bandos de “innumerables” e «infinitos»; tan grandes que tardaba horas en pasar.
Por qué desaparece la paloma migratoria
Con tal abundancia de la especie, parece increíble que la paloma migratoria pudiera llegar a extinguirse. Pero debido a la caza y la pérdida de hábitat se transformó en una especie sumamente escasa a finales del XIX. Se habían convertido en una apreciada fuente de comida y un recurso más perseguido persiguido por su valor comercial. Fueron cazadas sin descanso, disparadas, capturadas en redes o por cualquier otro medio en los dormideros habituales que construían en los árboles.
El último avistamiento en libertad de una paloma salvaje data de 1900, en Ohio. Después de eso, sólo sobrevivieron unas pocas aves en cautividad, que no fueron capaces de reproducirse entre ellas. La paloma migratoria era un ave gregaria y colonial y necesitaba un gran número de congéneres y unas condiciones óptimas para la cría. Se cree que sólo iniciaba la nidificación cuando el número de individuos que la rodeaba era de miles de aves.
La última paloma en morir fue Martha, que vivió 29 años en el zoo de Cincinnati y cuyo cuerpo se conserva en el Museo de Historia Natural -http://www.mnh.si.edu/ – de Washington.
Características de la especie
La paloma migratoria o paloma salvaje pertenece al orden de las columbiformes. Su nombre científico es Ectopistes migratorius. Ectopistes significa “moverse o vagar”, por lo que la nomenclatura de la especie indica que era un ave que no sólo migraba en la primavera y el otoño sino que además se desplazaba regularmente en busca de alimento y lugares de descanso.
Su morfología iba acorde con su comportamiento migratorio; con un vuelo descrito como ligero, veloz y con gran versatilidad. La cabeza y el cuello eran pequeños; la cola larga y en forma de cuña, y las alas largas y puntiagudas, impulsadas por grandes músculos pectorales que le daban autonomía para un vuelo prolongado. Los machos alcanzaban los 40 centímetros y tenían la cabeza y las partes superiores de un gris azulado con rayas negras en las alas. Lucían parches iridiscentes rosáceos en la garganta que cambiaban a un verde y púrpura metálicos en la parte posterior del cuello. El pecho era de un rosa suave, sombreado gradualmente a blanco en la parte inferior del abdomen. Los iris eran de color rojo brillante, al igual que las patas, de un rojo más tenue. Los colores de las hembras eran más apagados y pálidos.
El hábitat de la paloma migratoria estaba constituido por bosques mixtos de frondosas. Dependían de ellos para anidar en primavera y como refugio invernal para encontrar comida el resto del año. Las bellotas, bayas, castañas, semillas y hayucos eran la base pilar de su alimentación, que se complementaba con algunos insectos en primavera.
Durante el invierno, las aves establecían dormideros comunales que llegaban a tener tal volumen de ocupación que incluso podía acabar con la rotura de las ramas por tanto peso. Por la mañana, los pájaros volaban en grandes bandadas para recorrer el campo en busca de alimentos. Por la noche volvían a la zona de descanso y su murmuración se oía desde millas de distancia, según describían las gentes de la época. Cuando el suministro de alimentos se agotaba o las condiciones atmosféricas eran adversos, cambiaban a un nuevo dormidero.
El momento de iniciar los vuelos migratorios de primavera dependía de las condiciones meteorológicas. Bandos pequeños llegaban a veces a las zonas de nidificación del norte a principios de febrero, pero la migración principal ocurría en marzo y abril y tenía lugar durante varios días. Los sitios de nidificación se establecían en zonas forestales donde hubiera suficiente alimento y agua.
Puesto que la paloma migratoria se congregaba en números tan enormes, necesitaba grandes bosques para existir. Cuando los primeros colonos despejaron los bosques del este para la agricultura, las palomas migratorias cambiaron su territorio a los bosques que aún quedaban y comenzaron a utilizar los campos de cereales. Las bandadas causaban daños a los cultivos y los agricultores las persiguieron también usándolas como fuente de carne, aunque esto no parece que hiciera disminuir seriamente el número total de aves.
Realmente, la disminución importante de las palomas migratorias comenzó cuando los cazadores profesionales comenzaron en la década de 1800 a usar redes y a disparar a los pájaros indiscriminadamente para venderlos como carne.
No había leyes que limitaran el número de palomas que podían capturarse ni los métodos de caza. Puesto que tenían hábitos comunales, eran fáciles de atrapar. Se disparaba a los adultos en los nidos y también se atrapaba a los pichones tirando los nidos al suelo. También se las cogía por miles con humo para aturdirlas y hacerlas caer de los árboles.
La estrategia de supervivencia de la paloma migratoria estaba basada en la táctica de las grandes masas y densidades de población. Las grandes bandadas eran un seguro contra los depredadores habituales. Cuando una bandada de cientos de miles de palomas se establecía en una región, el número de depredadores naturales como zorros, comadrejas y similares era tan pequeño en comparación con la densidad total de aves existentes que poco daño podían generar al conjunto de dicha población.
Lo cierto es que los intereses de la civilización humana, con la necesidad de aclarar los bosques para la agricultura, chocaban frontalmente con el estilo de vida de éstas aves que necesitaban los grandes bosques para sobrevivir. Se ha llegado a la conclusión de que palomas migratorias estaban a priori en buena parte condenadas, al basar su existencia en las grandes densidades de población, no podría adaptarse a vivir en pequeñas bandadas y al chocar con la civilización humana fueron los intereses del hombre los que prevalecieron. La masacre sin sentido que se llevó a cabo en unas pocas décadas del siglo XIX sólo aceleró dicho proceso de desaparición, porque la eliminación de sus bosques convertidos ahora en tierras de cultivo habría dificultado su supervivencia a largo plazo.