El tracto digestivo de la paloma mensajera es el hogar de gran número de microorganismos, incluyendo varios tipos de protozoos, bacterias y hongos (también levaduras).
La relación normal entre estos microorganismos y el anfitrión, en nuestro caso las palomas mensajeras, es simbiótica, es decir, convivencia de diferentes organismos.
Factores que mencionaremos a continuación pueden alterar dicha convivencia negativamente. Es entonces cuando el empleo de los probióticos en palomas está más indicado.
La relación simbiótica existente entre las palomas mensajeras y las bacterias, protozoos u hongos que residen en su interior, suele basarse en el mutualismo o el comensalismo y la acción de estos microorganismos sobre el anfitrión acostumbra a proporcionar importantes servicios, que mejoran la salud general del organismo de las aves
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La importancia de la flora intestinal
Cuando las poblaciones de protozoos, bacterias y hongos se encuentran en porcentajes aceptables, tienden a inhibirse y controlarse unos a otros, procurando que la mezcla no se desequilibre, o se vuelva patológica. Si una u otra de estas poblaciones aumentan su tamaño, es posible que se pierda el equilibrio, dando lugar a la aparición de una o más enfermedades en el anfitrión.
Si examinamos las poblaciones bacterianas del tracto digestivo una paloma sana, encontraremos que contiene aproximadamente un 80% de las llamadas “bacterias amistosas” (cepas beneficiosas) y un 20% de lo que a menudo llamamos “bacterias perjudiciales”. Estas llamadas «bacterias perjudiciales» no son malas cuando sus poblaciones están controladas, ya que contribuyen de alguna manera funcional a la salud general de nuestras aves.
Normalmente, es sólo cuando las poblaciones de bacterias buenas están por debajo del nivel del 80%, cuando la salud de nuestras aves comienza a sufrir la presencia de las llamadas “cepas de bacterias perjudiciales”.
El problema, realmente, es aún más complejo, si disminuye la protección que estas “bacterias buenas” proporcionan al tracto digestivo, entonces no sólo las llamadas “cepas bacterianas malas” se desplazarán para ocupar su nicho, sino que también lo harán algunas levaduras, hongos y protozoos (como cocos o tricomonas) tratando de aprovechar esta reducción en las colonias “beneficiosas” para ampliar aún más sus propias poblaciones, llegando incluso a volverse patógenas.
Si cortásemos una sección de la mucosa intestinal de una de nuestras aves para observarla bajo el microscopio, veríamos que no es una superficie lisa. Más bien, el revestimiento intestinal parece estar cubierto de montañas y valles, donde toda la superficie parece ser muy boscosa. Los pliegues (montañas) aumentan el área superficial de la mucosa intestinal alrededor del 100% y los árboles (dosel) multiplican el área de superficie en un porcentaje del 1000%. Sí, eso es correcto 1000%.
Los árboles del bosque, se llaman “vellosidades” y son largas columnas de tejido especializado, que se extiende hacia arriba desde las montañas y valles de la mucosa intestinal, al igual que las cerdas de un cepillo de pelo.
Estos tejidos especializados cumplen muchas funciones en la salud y el bienestar de nuestras aves, incluyendo la absorción de nutrientes, la identificación de patógenos y la repulsión de posibles invasiones provocadas por estos.
La superficie de estas vellosidades intestinales está cubierta de un tejido con células especializadas, capaces de identificar patógenos y enviar señales de alarma al sistema inmunológico cuando detectan su presencia. Otro tipo de células especializadas llamadas “copas”, producen secreciones de anticuerpos e inmunoglobulinas que inhiben la penetración de patógenos en el revestimiento epitelial del tracto digestivo.
Este completo sistema de las células epiteliales, vellosidades, tejidos especializados y secreciones, se conoce cómo “barrera mucosa”. Es la primera línea de defensa contra los patógenos por parte de la mucosa intestinal. Sobre barrera mucosa viven y se desarrollan las llamadas bacterias “buenas” y “malas”. Cuando estas poblaciones bacterianas se encuentran en equilibrio, proteger a la barrera y ayudan a la descomposición y absorción de nutrientes. Estas bacterias también producen ciertos ácidos orgánicos como peróxido de hidrógeno ( H2O2 – llamado comúnmente agua oxigenada), bacteriocinas y otros subproductos que actúan como antagonistas del crecimiento de patógenos. Cualquier cosa que altere el equilibrio y la distribución de las bacterias “buenas” y “malas”, también perturba la protección natural que estas proporcionan a la barrera mucosa.
Cuando el sistema inmunitario de una paloma mensajera funciona correctamente, el 98% de los patógenos invasores son neutralizados y eliminados del tracto digestivo, sin haber penetrado en el revestimiento intestinal. Sin embargo, cuando su rendimiento es deficitario, alguna población patógena podría llegar a tener éxito en la expansión de su colonia, desplazando la capa protectora de “bacterias buenas”, superando las defensas de la barrera mucosa y dañando las células epiteliales que recubren el tracto digestivo.
Una vez establecida correctamente, la colonia patógena penetra o erosiona la mucosa intestinal. Incluso si más tarde llegamos a tener éxito con en el uso de medicamentos o antibióticos sobre esta colonia patógena, las defensas de la barrera protectora se verán mermadas apareciendo el llamado “síndrome del intestino permeable”, que se convierte en una amenaza para la salud de nuestras aves.
Se necesita tiempo para que la mucosa intestinal se recupere de una transgresión y para restablecer la barrera defensiva. Durante este tiempo, otros patógenos pueden aprovecharse de esta debilidad y pasar a través de la zona afectada antes de que pueda ser reparada, y extender sus toxinas por todo el cuerpo.
Un efecto secundario desafortunado de la utilización de algunos medicamentos y antibióticos, es que cierto porcentaje de las secreciones de la mucosa (ricas en anticuerpos e inmunoglobulinas) pueden verse afectadas por los productos químicos, debilitando aún más la capacidad de la mucosa intestinal para defenderse.
Desafortunadamente, muchos aficionados dependen en gran medida de la utilización cíclica de medicamentos y antibióticos para controlar preventivamente las poblaciones de protozoos, bacterias y hongos, sin tener en cuenta las consecuencias de sus acciones sobre las poblaciones de ese 80% de “bacterias buenas” y las barreras de defensa naturales presentes en el revestimiento intestinal.
Recuerden la afirmación anterior: «… cuando las poblaciones de protozoos, bacterias y hongos se encuentran en porcentajes aceptables, tienden a inhibirse y controlarse unos a otros, procurando que la mezcla no se desequilibre o se vuelva patológica”.
El uso de probióticos en palomas
Debido a que la mayoría de los medicamentos y antibióticos están dirigidos a un patógeno o grupo de patógenos, rara vez eliminamos más de 1/3 de las poblaciones de “bacterias buenas” durante cualquier tratamiento. Sin embargo, cada vez que tratamos a las aves con medicamentos o antibióticos, alteramos el equilibrio y la distribución de estas “bacterias buenas y malas” y, por extensión, interrumpimos los mecanismos naturales de protección que las mismas proporcionan a la barrera mucosa.
Al romper el equilibrio bacteriano, también perturbamos el de levaduras, hongos y protozoos en el organismo de las palomas. Esto sucede porque las colonias de “bacterias buenas” producen de forma natural ciertos ácidos orgánicos como el peróxido de hidrógeno (conocido comúnmente como “agua oxigenada”), bacteriocinas y otros subproductos antagónicos al crecimiento de patógenos. Por el contrario, cuando mantenemos el equilibrio bacteriano adecuado, cosechamos un “beneficio sanitario”, ya que este equilibrio natural dentro del ave mantiene “controladas” las poblaciones de bacterias, levaduras, hongos y protozoos antes de que lleguen a convertirse en “patógenas”, haciendo que la respuesta inmunitaria disponga de todos sus recursos cuando le sea necesario tratar con infecciones patógenas relevantes.
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Aquellos aficionados usuarios habituales de medicamentos y antibióticos, piensen en esto: porque al emplearlos, están disminuyendo las poblaciones de “bacterias buenas”. Una consecuencia derivada de esto es que las poblaciones sobrevivientes de “bacterias buenas” no podrán producir el mismo volumen de ácidos orgánicos, peróxido de hidrógeno, bacteriocinas y demás subproductos contrapuestos al crecimiento de patógenos, apareciendo un entorno más propicio para el crecimiento de poblaciones patógenas, que podrían conducir a la necesidad de usar más medicamentos y antibióticos.
No es que se deba abandonar totalmente su uso, sólo que debemos investigar “todas las alternativas naturales” utilizadas por muchos colombófilos a día de hoy. Si hay productos naturales que inhiben el crecimiento de las poblaciones de patógenos sin afectar negativamente a las poblaciones de “bacterias buenas”, entonces el uso de estos productos tiene varias posibles ventajas:
- Se mantienen las poblaciones de “bacterias buenas” recibiendo un “beneficio sanitario” por parte de estas.
- Sus aves no se ven obligadas a depurar las toxinas relacionadas con el uso de medicamentos y antibióticos.
- Los agentes patógenos no “construyen” resistencias a medicamentos y antibióticos cuando no se utilizan.
- No será necesario disponer de un botiquín repleto de productos para tratar todas las infecciones patógenas posibles.
- Sus aves desarrollarán una respuesta inmune natural.
Recientemente se publicó un estudio realizado por una universidad que quería saber cuál era la mejor manera de infectar a un pájaro con Salmonella typhimurium. Necesitaban disponer de esta información, de modo que para realizar los estudios científicos necesitaban inocular a los “sujetos de prueba” Salmonella typhimurium, para que desarrollasen la infección.
Este estudio concluyó que la mejor manera de infectar a las aves con Salmonella typhimurium (incluyendo palomas que la portaban de forma natural), era utilizar un antibiótico antes de proceder a inocularles la infección. El uso del antibiótico proporcionaba un “oportuno” vacío en las poblaciones de bacterias que ocupaban la superficie de la barrera de la mucosa y éste vacío podía ser posteriormente explotado tras la introducción de Salmonella typhimurium.
La lección que debemos aprender de este estudio es: ¡Tengan cuidado de cuándo y cómo utilizan los antibióticos!
Los tratamientos con antibióticos, dispensados a menudo como parte de un trato humanitario hacia las aves enfermas, debilitan temporalmente la barrera mucosa, afectando especialmente a las concentraciones de “bacterias amistosas”. Se sabe que los medicamentos y los antibióticos también causan cierta erosión en la mucosa intestinal, a veces afectándola justo bajo las células epiteliales de la superficie de las vellosidades. El daño a estas células epiteliales protectoras, expone la estructura basal de las vellosidades al ataque de cualquier patógeno invasor.
Las vellosidades tienen un proceso de curación conocido como “restitución”, mediante el cual las células epiteliales adyacentes a la erosión se multiplican y migran a lo largo de la membrana basal expuesta, consiguiendo la restauración de la cubierta protectora. El proceso de “restitución” se ve favorecido por una rápida contracción y acortamiento de las vellosidades afectadas, reduciendo el área de membrana basal que debe ser cubierta. Sin embargo, hasta que las reparaciones hayan finalizado, se restauren las protectoras secreciones mucosas y la superficie de la barrera sea repoblada con una colonia de “bacterias amistosas”, el anfitrión está mucho más expuesto a la colonización e infección patógena.
Cuándo usar probióticos
Los pichones de paloma necesitan de varias semanas tras su nacimiento para desarrollar completamente la flora intestinal de su sistema digestivo, siendo ésta una de las mejores defensas ante el ataque de microorganismos patógenos presentes en el palomar y que les pueden atacar por distintas vías; comida o agua contaminada, acicalamiento de las plumas, presencia de otras palomas enfermas, etc.
Otras características fisiológicas de las palomas les ayudan a controlar la lucha contra los patógenos; mencionaremos entre otras el tener un estómago glandular extremadamente ácido, lo cual resulta mortal para muchas bacterias y virus o tener las paredes del intestino recubiertas de mucus, una cubierta pegajosa que impide la adherencia de algunas bacterias a dicha paredes.
La utilización de combinados probióticos está indicada en los siguientes casos:
- Durante el uso de antibióticos. La administración de probióticos de forma precoz no es incompatible con el uso de antibióticos para combatir una infección grave, a la vez que adelantamos la recuperación de los microorganismos beneficiosos del organismo (microbiotas) perdidos por el uso de dichos antibióticos.
- Después del uso de antibióticos. Es normal que las defensas naturales del ave queden debilitadas por el uso de éstos mismo antibióticos y ésta situación sea aprovechada por bacterias oportunistas del palomar para proliferar en ese organismo debilitado y generar nuevas enfermedades. Recuperar el equilibrio intestinal se hace entonces prioritario para evitar estos problemas y recuperar el estado óptimo.
- Pérdidas de peso injustificadas. Cuando el ave presenta bajo peso sin causas aparentes que lo justifiquen, una incorrecta asimilación de los nutrientes del alimento puede ser la razón de dicha circunstancia. Es conocido que los probióticos inducen a la produccción de determinadas enzimas digestivas que favorecen la digestión de los alimentos y la absorción de los nutrientes de éste, resultado de ésta mejor asimilación del grano que incluso se puede reducir el consumo de éste hasta un 20%.
- Durante la cría. Ayuda a obtener pichones más robustos e inmunes a los agentes patógenos.
- En época de competición. El estrés propio de la estación de competiciones puede repercutir negativamente en las defensas del organismo.
Ayudándoles con la administración de probióticos les ayudamos a superar ésta crítica etapa del año.
Texto: John Vance/Padín